y oigas en el lecho mi voz tibia,
cuando al más allá se eleve mi ánima
piensa que te he querido, Silvia.
Cuando al tiempo llegues a olvidarme
y surja en el cielo una estrella limpia,
cuando mires atrás al recordarme
piensa que te he querido, Silvia.
Y cuando ante Dios en el altar
entregues a ese hombre una caricia
no hagas caso si oyes llorar;
¿acaso lloran los muertos, Silvia?
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