a veces, entre la espesa bruma,
flotando como una nube blanca
sobre las olas y sobre la espuma.
Allá, donde mar y cielo se funden
en una azulada sinfonía
de luces y reflejos que me avisan
que puedo contemplarte cada día.
Emerges de la mar que te rodea
sumamente sencilla y coqueta;
tan sólo tu iglesia y tus murallas
destacan sobre la larga silueta.
Yo, que he dormido en tus orillas
y despertado en tus blancas arenas;
yo, que he reído con tus alegrías
y también he llorado con tus penas.
Yo sé de tus hombres y tus mujeres
que te cantan antiguas canciones
cuando la luna baja a tu encuentro
para iluminar sus corazones.
He visto al sol arrancarte destellos,
iluminar tu tierra y tus olas,
al crepúsculo envolverte en sombras
y a las estrellas ser tus farolas.
Y cuando la tormenta te visita,
cuando viene la tempestad,
te encierras sobre ti misma, isla,
pensando en tu lejana soledad.
Sueño de marinos y marineros,
del pescador y también de su barca,
que oyen a los vientos decir tu nombre
para que nunca te olviden: ¡Tabarca!
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